Inmunosupresores en el Trasplante Renal
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Inmunosupresores en el Trasplante Renal
La terapia inmunosupresora empleada en receptores de trasplante tiene el objetivo de proteger el injerto de la respuesta inmunoloógica generada por parte del huésped.
El éxito logrado en el transcurso de las últimas dos décadas en la supervivencia de receptores e injertos, ha dependido en gran medida del desarrollo y uso clínico de fármacos inmunosupresores de probada eficacia.
Empero el enorme beneficio que han representado, el reto continúa para mantener un balance adecuado entre la protección inmunológica del injerto y la minimización de las consecuencias adversas derivadas de su indispensable utilización a largo plazo.
La terapia inmunosupresora actual de mantenimiento en receptores de trasplante renal consiste habitualmente en la administración de un inhibidor de calcineurina, un agente antiproliferativo, como adyuvante, y esteroides.
La adición de terapia de inducción, con modalidades biológicas de anticuerpos mono o policlonales, proveen un mayor grado de inmunosupresión y su empleo adquiere gran relevancia en pacientes con mayor riesgo inmunológico.
En una etapa más reciente, los inhibidores del blanco de rapamicina han sido introducidos en varios esquemas después de probar su eficacia en múltiples protocolos.
La incidencia de rechazo agudo ha alcanzado sus más bajos índices históricos y los resultados alcanzados en muchos centros de trasplante del mundo son excelentes, derivados en gran medida de la combinación juiciosa de estos fármacos, evaluados en una gran variedad de estudios.
El empleo crónico de estos fármacos conlleva riesgos inherentes que se traducen en riesgos incrementados para el desarrollo de infecciones y neoplasias, entre otros.
Así, mientras esperamos nuevos avances derivados de una gran profusión de estudios de investigación y protocolos clínicos con nuevas drogas inmunosupresoras y compuestos biológicos, encaminados a obtener tolerancia o lo más cercano a este propósito, deberemos ser capaces de continuar mejorando la vida funcional de la mayoría de los injertos y, desde luego, de sus receptores, "individualizando" (de acuerdo con los riesgos de cada paciente) el empleo de los agentes inmunosupresores disponibles para inducción y mantenimiento.
El éxito logrado en el transcurso de las últimas dos décadas en la supervivencia de receptores e injertos, ha dependido en gran medida del desarrollo y uso clínico de fármacos inmunosupresores de probada eficacia.
Empero el enorme beneficio que han representado, el reto continúa para mantener un balance adecuado entre la protección inmunológica del injerto y la minimización de las consecuencias adversas derivadas de su indispensable utilización a largo plazo.
La terapia inmunosupresora actual de mantenimiento en receptores de trasplante renal consiste habitualmente en la administración de un inhibidor de calcineurina, un agente antiproliferativo, como adyuvante, y esteroides.
La adición de terapia de inducción, con modalidades biológicas de anticuerpos mono o policlonales, proveen un mayor grado de inmunosupresión y su empleo adquiere gran relevancia en pacientes con mayor riesgo inmunológico.
En una etapa más reciente, los inhibidores del blanco de rapamicina han sido introducidos en varios esquemas después de probar su eficacia en múltiples protocolos.
La incidencia de rechazo agudo ha alcanzado sus más bajos índices históricos y los resultados alcanzados en muchos centros de trasplante del mundo son excelentes, derivados en gran medida de la combinación juiciosa de estos fármacos, evaluados en una gran variedad de estudios.
El empleo crónico de estos fármacos conlleva riesgos inherentes que se traducen en riesgos incrementados para el desarrollo de infecciones y neoplasias, entre otros.
Así, mientras esperamos nuevos avances derivados de una gran profusión de estudios de investigación y protocolos clínicos con nuevas drogas inmunosupresoras y compuestos biológicos, encaminados a obtener tolerancia o lo más cercano a este propósito, deberemos ser capaces de continuar mejorando la vida funcional de la mayoría de los injertos y, desde luego, de sus receptores, "individualizando" (de acuerdo con los riesgos de cada paciente) el empleo de los agentes inmunosupresores disponibles para inducción y mantenimiento.
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